lunes, 23 de julio de 2007

Más Andanzas Eusebianas

Sólo quería recordarles que Eusebio Ruvalcaba publica sus Andanzas Eusebianas en Unas Letras. Cada vez están mejores. Esta ocasión no pude elegir un poema, así que con respeto del maestro les pongo los tres. Demonios. En verdad Eusebio es graaaaaaaaaaaaaaaaaande.

(Todos los poemas escritos por Eusebio Ruvalcaba)

En el Negresco


Para Marisol, por su paciencia


Estoy rodeado de mujeres hermosas.

Algunas pesan 90 kilos, otras miden uno cincuenta y tres
de puntitas.
Pero todas tienen en la mirada un dejo
de piedad
de misericordia por este atroz bebedor de tequila blanco.
Nada viene a mi cabeza en estos momentos
salvo la decepción.
La mujer que amo no es mía
y yo mismo no soy de mí.
Mi lugar está en la cloaca,
en esa maravillosa alcantarilla que es subterfugio.
Por eso estoy aquí.
A la espera de que un alma piadosa
se siente a esta mesa, pida un tequila doble
y me inocule cierta alegría de vivir.
¿Es mucho pedir para hombre alguno?


La piel del deseo

Para Margarita Cerviño


Es una película. El título de una película.

Pero hay algo que la diferencia de todas
las demás películas.
Que le gusta a ella. Que ella la ha visto
como dos mil veces y la lleva incrustada
en el corazón, como un tatuaje, o la cicatriz
de la mordida de un perro, o de una quemadura
de plancha.
Se trata de un hombre y una mujer,
como debe tratarse toda historia que se respete.
De un hombre y una mujer que sufren
porque quieren amarse y no lo pueden hacer.
Son incapaces de consumar su amor,
pero se aman.
Es su película favorita,
y si bebiera cerraría los ojos y afirmaría
que fue hecha para ella. Y todos lo creerían.


Tratado del inútil

¿Sabes lo que hay en esta casa?
El recuerdo de un gran hombre.
Porque engañó a todos. Les hizo
creer que iba a ser un grande,
que cuando el tiempo pasara
su nombre sería recordado y venerado,
como se recuerda y se venera una
reliquia. Pero los engañó,
a todos. Los engañó como a novias
de pueblo. Porque así es él.
No esperó que pasaran veinte,
treinta o cincuenta años, menos aún
que su obra fuera publicada en tantos
idiomas como lenguas hay. Él
—él, él— los engañó en vida.
He ahí su mérito. No ser un grande.
Pero engañarlos en vida, tiene su chiste.

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