Mi nombre en tus pies y un cerillo en tu cintura
no te hacen mía, te hacen vulnerable.
Indefensa al aroma de tu propio pubis
tembloroso como un perro sin dueño
espantado por la textura de mi lengua.
Mis papilas gustativas no mienten, estoy enamorado.
El amor sólo es una certeza trenzada por mi pluma fuente.
Tu mirada es el recuerdo del rimel que soñé, pero que olvido.
La saliva es mi mejor tinta, mi nombre mi peor poema,
las cosquillas al óleo en tus pies son granos de pólvora.
Este sentimiento revienta mis testículos,
las nubes de semen se dispersan a lo lejos.
Ha dejado de llover poesía ácida,
mi prepucio ya no sangra pezones perforados.
Sólo me quedan tus manos de trinitrotolueno,
tu risa de nitroglicerina,
la maldición de aquel hombre,
y este sentimiento de auto-destrucción masiva…